Por Carlos Ramírez
La derrota de la coalición centroderecha/ultraderecha estuvo cantada desde el principio porque la figura, el discurso, las alianzas selectivas y el perfil político de la candidata panista Xóchitl Gálvez Ruiz se colocó en el muy definido y estrecho espacio ideológico del conservadurismo, sin entender la configuración social de la sociedad y sus necesidades de bienestar.
Xóchitl enterró sus posibilidades cuando permitió que el expresidente panista Vicente Fox Quesada dijera que ella iba a liquidar los programas sociales porque sólo beneficiaban “a los güevones” y el clavo de su ataúd político lo martilló con un lema de campaña excluyente de la realidad social: “verdad, libertad y vida”, por cierto con un discurso que deslumbró a los intelectuales autoconvocados y autodefinidos en la derecha ideológica Héctor Aguilar Camín, Roger Bartra y Enrique Krauze.
La candidata lopezobradorista Claudia Sheinbaum Pardo no cayó en el garlito ideológico e hizo una campaña a partir de una realidad social que dinamiza las preferencias electorales: el 80% de los mexicanos padece de una a cinco restricciones sociales, el 60% de la población económicamente activa se localiza en la informalidad y la sociedad estaba clamando un modelo que rompiera el techo neoliberal de 2% de PIB promedio anual.
La coalición opositora, definida, financiada, operada, conducida y controlada por el empresario Claudio X. González se preocupó más por configurar un pequeño bloque hegemónico del arco derecha-ultraderecha e ideológico del país y no supo aprovechar las precarias, decrecientes y disminuidas bases sociales populares del PRI y del PRD y de clases medias del PAN. Las marchas de la marea rosa presentaron a las bases sociales de la coalición del PRIANREDE, mientras los grupos corporativos tradicionales del PRI, del PAN y del PRD paulatinamente se fueron pasando al espacio político, ideológico y electoral de Morena y al discurso social del presidente López Obrador.
Desde que tomó la conducción de su movimiento social en el 2000, López Obrador siempre tuvo muy claro que su prioridad era la masa social afectada por la crisis económica del populismo de Echeverría y López Portillo y luego bocabajeada sin piedad por el proceso de neoliberalización de la economía que encabezaron los presidentes Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo Ponce de León y por la vía de la administración de la continuidad del modelo neoliberal a través de las secretarías de Hacienda de Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
El presidente López Obrador abrió sus cartas político-electorales con el tono popular de sus mañaneras, con la gran victoria política de darle rango constitucional con el apoyo de la oposición a la política de bienestar social y con el mantenimiento en todo lo alto de la bandera político-ideológica de “primero los pobres” que sin sentido político se la quiso apropiar la candidata opositora Gálvez Ruiz.
Frente a la sencillez del discurso social-popular, Xóchitl se enredó con el lema de campaña de “Fuerza y Corazón por México” y con el discurso que sólo deslumbró a Aguilar Camín y a Krauze sobre los valores conservadores de la élite social mexicana de “vida, verdad y libertad”, mientras la candidata oficial Sheinbaum Pardo potenciaba en toda su dimensión el discurso social avasallante del presidente López Obrador.
El racismo ideológico de la derecha quedó muy claro en una de las marchas de la marea rosa cuando una militante –por cierto, más de clase baja marginada que media alta– gritó con rencor que había que derrotar al “indio patarrajada” que gobernaba México. El PRI, el PAN y el PRD como partidos-huésped de la candidata opositora Gálvez Ruiz nunca se preocuparon por convertir a esa clase media en pleno pánico de desclasamiento en militantes de esos partidos para garantizar su potencialidad social a la hora de las expresiones más partidistas que simplemente quedaron en la explosión social de marchas que hacían durar el resentimiento un par de horas.
A pesar de la necesidad de presentar un bloque de poder, la coalición opositora se quedó desgastada en alianzas que sólo se veían las caras en las marchas callejeras y no convirtieron ese activismo social no partidista en potencialidad electoral a favor de los partidos a la hora de presentarse a votar en las urnas.
Y por cómo se presentaron las cosas en la madrugada del martes, la coalición opositora se disolvió en la búsqueda de culpabilidades entre la candidata y sus partidos promotores.