En un gesto que rebasa lo simbólico, Estados Unidos exhibe su poderío estratégico: un caza F-35 realizó un lanzamiento real de una bomba nuclear inerte, durante una prueba en el desierto de Nevada. Aunque el artefacto carecía de carga explosiva, su solo uso envía una señal potente y provocadora sobre sus capacidades atómicas. 

Esta maniobra ocurre justo cuando el debate sobre las pruebas nucleares vuelve a cobrar fuerza. Desde 1992 EE.UU. no detona una ojiva, y en 1996 las pruebas fueron prohibidas, pero recientes decisiones han reavivado esta estrategia. 

El F-35, considerado uno de los aviones más avanzados del mundo, se convierte así en una pieza clave de disuasión: es el único caza de quinta generación certificado para misiones nucleares, reforzando la amenaza estratégica frente a potencias como Rusia y China. 

Expertos señalan que esta prueba no es solo un ejercicio técnico, sino un mensaje calculado: demostrar que Estados Unidos está dispuesto a reactivar su músculo nuclear para proyectar poder y disuadir a sus adversarios.