Por Carlos Ramírez
El dato mas inquietante del incidente en Motozintla, Chiapas, en el que encapuchados anónimos aislaron a la candidata presidencial oficial Claudia Sheinbaum Pardo radicó en la evidencia de una gravísima crisis de seguridad interior: la apabullante impunidad con la que un grupo clandestino pudo haber causado una tragedia política nacional.
Lo de menos será identificar si fue inventado, teatralizado o de provocación, porque el hecho contundente es que la candidata presidencial que encabeza las encuestas quedó a merced de un grupo con intenciones evidentemente políticas y sociales.
Aunque no quiera reconocerse, lo ocurrido en Motozintla refiere de manera automática los casos de graves magnicidios: el asesinato del presidente electo Alvaro Obregón (1928), el atentado a balazos en Palacio Nacional contra el presidente Pascual Ortiz Rubio (1932) y el homicidio del candidato presidencial priista Luis Donaldo Colosio (1994).
En Chiapas se probó la incapacidad del equipo de seguridad de la candidata de Morena, pero también puso en evidencia al Sistema Nacional de Inteligencia por carecer de mapas de riesgo y por descuidar el seguimiento de situaciones previsibles de conflicto en uno de los estados que hoy está representando el colapso de la seguridad y donde el Estado ha perdido el control de la gestión cotidiana.
En los últimos meses, Chiapas se convirtió en un campo de batalla en la disputa de grupos tradicionales caciquiles con una guerra criminal entre el Cártel Jalisco y el Cártel de Sinaloa para disputarse el control de la entidad que ya no está en manos de la estructura territorial del Estado. Estos datos debieron de haber sido analizados, en una evaluación de riesgo, por el equipo de la candidata Sheinbaum.
Los mensajes del grupo de encapuchados todavía están por conocerse. Pero por lo pronto habrá que revisar los expedientes similares.
En el acto político del 28 de junio de 1996 para recordar in situ el primer aniversario de la matanza de campesinos en Aguas Blancas, Guerrero, un grupo de encapuchados armados irrumpió el evento en el que estaba presente el excandidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien, desconcertado, sólo pudo decir que se trataba de una “grotesca pantomima”.
Sin embargo, el suceso estaba anunciando un nuevo sobresalto en la vida insurgente mexicana: el surgimiento del grupo guerrillero Ejército Popular Revolucionario-Partido Democrático Popular Revolucionario (EPR-PDPR), que reactivó la violencia guerrillera que parecía haber quedado liquidada en la guerra sucia del Gobierno de López Portillo.
La aparición de encapuchados desarmados deteniendo el vehículo de la candidata presidencial morenista Sheinbaum Pardo y la presencia en la zona chiapaneca de Motozintla sólo de periodistas de la empresa Latinus –alianza de Carlos Loret de Mola y el político tabasqueño Roberto Madrazo Pintado– provocaron la primera reacción de la candidata dejando entrever las sospechas sobre la configuración del grupo, la zona territorial en disputa y recordando la “grotesca pantomima” que interrumpió a Cárdenas del EPR.
Pero las lecturas políticas, estratégicas y de seguridad sobre el incidente del domingo pasado deben también incluir en el mapa de crisis territorial de la soberanía política del Estado los recordatorios de eventos circunstanciales anteriores: la guerrilla zapatista atacando en septiembre de 1993 y en enero de 1994 configuró el clima que llegó a su punto culminante con el asesinato político del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio.
Lo ocurrido en Motozintla debe ser analizado como un escenario grave de conflicto en la estabilidad política del país, un error garrafal del actual gobernador morenista de Chiapas Rutilio Cruz Escandón y un adelanto de la impunidad con la que cualquier grupo delictivo, disidente político, radical social o artificial puede poner en jaque y a la orilla del abismo el proceso de elección presidencial del 2 de junio.
La estructura de inteligencia y seguridad nacional civil y militar del Estado debió de haber tenido escenarios previos de riesgo para decidir mecanismos de protección de los candidatos presidenciales, sobre todo tomando en cuenta el clima previo que ha manejado como argumentación de debate político el concepto de golpe de Estado.
Sea mensaje, advertencia o pantomima, el incidente de la candidata Sheinbaum en Motozintla, Chiapas, fue un aviso de que los rezagos públicos en seguridad interior y en seguridad política del Estado forman parte ya de la crisis de la inseguridad de la República y del Estado mexicano.