Las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo 5 de noviembre tienen un escenario que no ha aparecido ni en el debate ni en la narrativa cotidiana: Estados Unidos perdió el control de la gestión estabilizadora del planeta, en tanto que Rusia y China tienen cuanto menos una estrategia de regresar a la polarización de la guerra fría que perdieron en 1989.
El norteamericano medio llegó a tener una percepción de la problemática mundial allá por 1973 cuando la guerra del petróleo triplicó en ese momento los precios de petróleo y el gobierno del presidente Jimmy Carter no pudo administrar el colapso y todavía se recuerdan aquí las peleas a golpes en las gasolineras por la escasez del combustible que era el sistema sanguíneo del capitalismo de confort.
El norteamericano medio también se alejó de las crisis internacionales cuando la derrota en la guerra de Vietnam disminuyó el reclutamiento obligatorio de los jóvenes para mandarlos a pelear a tierras extrañas; luego de Vietnam, la guerra de Afganistán que arbitrariamente estalló el presidente George Bush Jr. para medio responder a la agresión terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York el 9/11 del 2001 abrió el reclutamiento por inscripción pero de todos modos los jóvenes soldados fueron a una guerra que duró 20 años y de la cual salieron derrota- dos como en Vietnam.
El clima geopolítico que calienta las páginas de los medios escritos y las programas de televisión llega al estadounidense que quiera enterarse de esos problemas y que desee entrar en algún
tipo de polémica, pero en la vida cotidiana local la guerra de Ucrania, los vientos de guerra en Corea del Norte y la al parecer inminente batalla militar en Taiwán no afecta en nada la decadente zona de confort de los estadounidenses, pero en cambio los norteamericanos de a pie se quejan de la inflación, el desempleo, la invasión de migrantes en sus calles y sobre todo la incapacidad de los gobiernos desde William Clinton al de Joseph Biden para regresar a los años de la comodidad cotidiana.
En este escenario se mueven las candidaturas de Kamala Harris para que los demócratas se reelijan en la Casa Blanca otros cuatro años y la de Donald Trump que sacudió de su modorra los estadounidenses en 2016 y cuyo discurso de defensa del espíritu del destino manifiesto americano es de los pocos mensajes que calan en la problemática cotidiana de los ciudadanos.
Mientras la candidata demócrata Harris ha elaborado un discurso muy mediocre de regreso a la estabilidad social, el atrabancado del republicano Trump agita el estado de ánimo americano con su propuesta del 2016 que cuando menos aglutinó simpatizantes: regresar a Estados Unidos a la responsabilidad de su propia grandeza, aunque a costa de la extracción de recursos de otras naciones.
El dato más interesante del ambiente electoral estadounidense actual se localiza en el hecho de que no hay ningún reclamo social al expresidente Trump por el patrocinio en grado de provocación inducida de los disturbios que llevaron a turbamultas agresivas a invadir la sacrosanta Catedral de la democracia capitalista: el Capitolio, mejor conocido como el pantano por la red de intereses que dominan sus decisiones, y es la hora que el sistema judicial americano no se atreve a fincarle responsabilidades penales a Trump por esos disturbios del 6 de enero de 2021, inclusive, por ciertos indicios cotidianos que pueden percibirse de que mucha gente todavía sigue suponiendo que a Trump le robaron la elección presidencial de noviembre de 2020 y que por esa razón estarían en modo de justificar de alguna manera la violencia en el poder legislativo.
La percepción que se tiene fuera de Estados Unidos es que las encuestas del voto popular le estarían dando una ligera ventaja en modo de empate técnico a la vicepresidenta Harris, pero no se entiende que el próximo presidente de Estados Unidos lo van a elegir los 538 votos electorales en nombre de más de 330 millones de estadounidenses, ni tampoco se han profundizado en las razones de los 270 votos como mínimo que deberá acumular la candidatura que se quiera alzar con la victoria presidencial electoral. Hay que repetir nuevamente que cuando menos en tres casos en los últimos 100 años el candidato ganador tuvo la victoria de colegios electorales, pero no la del voto popular, entre ellos estuvo Trump en 2016.
Como pocas veces en su historia, los norteamericanos no irían a votar por la hegemonía mundial de EU sino por recuperar cuando menos la fuerza interna después del fracaso de la alianza bipartidista que ha dominado EU de 1992 a 2024, con la excepción rupturista de Trump en 2017-2021.