Por Carlos Ramírez
La decisión unipersonal del presidente nacional del PRI Alejandro Moreno Cárdenas Alito, de catafixear en modo Chabelo su cargo y su candidatura senatorial a cambio de la declinación del candidato presidencial de Movimiento Ciudadano, Jorge Alvarez Máynez, fue un torpedo que pegó debajo de la línea de flotación de la marea rosa ciudadana que el domingo se vestirá de luces como priista, panista y perredista.
La candidata Xóchitl Gálvez Ruiz tuvo que hacer malabares retóricos para eludir la interpretación política de la decisión de Alito y el presidente nacional panista Marko Cortés de plano rompió relaciones con Máynez y con MC.
El dirigente priista Alito, bastante bien preparado en materia de juegos estratégicos de poder, percibió dos escenarios inevitables: la necesidad de despriizar y despanizar la alianza opositora antes del mitin del domingo para evitar que muchos ciudadanos de plano desdeñen a esos partidos y que no se vean en la obligación de vitorear y votar por el PAN o por el PRI y la urgencia de sustituir el inexistente pacto de Gobierno de Coalición por cuando menos un entendimiento con la franja política emecista.
La interpretación más obvia de la jugarreta de Alito acertó sus alcances: el reconocimiento a priori de que la coalición del PRIANREDE ya no puede alcanzar a la candidata oficial Claudia Sheinbaum Pardo y que sólo le quedaba reducir el margen de diferencia con la suma de los 8-10 puntos porcentuales que estaría representando MC.
La expectativa de la alianza opositora se aferró al clavo ardiendo del llamado voto útil que en elecciones presidenciales anteriores había sido importante para consolidar oposiciones antisistémicas: con Cárdenas en 1988, con Fox en 2000 y con López Obrador en el 2018. Sólo que el voto útil no es una propuesta improvisada, sino que responde al reacomodo y desgaste de las fuerzas políticas que encabezan las tendencias electorales. López Obrador marcó la diferencia en su contabilidad final con el voto útil de priistas y panistas que repudiaron las candidaturas de José Antonio Meade Kuribreña y Ricardo Anaya Cortés y que creyeron en el discurso de reconstrucción sistémica del candidato de Morena.
La decepción del voto útil que consolidó la victoria de López Obrador ha sido consistente a lo largo de cinco años y comenzó con la élite social e intelectual que vio en el PRI y en el PAN al viejo régimen en grado de descomposición terminal. Ahora, sólo una pequeña parte de ese voto útil de 2018 en modo de desencanto en 2024 va a regresar a votar por el viejo PRI y por el viejo PAN, pero los indicios señalan que el grueso de ese voto útil del pasado no se documentará en automático a la candidatura de Gálvez Ruiz que no representa ninguna propuesta de gobierno unitario o Gobierno de Coalición documentado y que ha mostrado en estos meses de campaña que Xóchitl va por su lado y Alito y Marko Cortés caminan por el suyo, sin que la sociedad mexicana perciba la existencia de un proyecto de compromiso histórico entre diferencias fuerzas o de un programa común que nunca ha existido ni va a existir porque ninguno de los dos partidos de oposición se ha preocupado por sentarse a diseñarlo.
El mensaje de Alito del martes proponiendo catafixear sus dos cargos a cambio de la declinación de Máynez y su incorporación a la candidatura de Xóchitl mostró tres mensajes muy claros: los indicios de que las votaciones legislativas a favor del PRI estarán por los suelos, el soslayamiento intencionado de Gálvez Ruiz del pobre papel del PRI en la candidatura presidencial opositora y la guerra de posiciones en diferentes grupos priistas que va a desatar dentro del PRI el mediocre saldo electoral del tricolor.
El fracaso de la gestión de Alito para sumar a MC a la coalición opositora tendrá un efecto negativo en el mitin del próximo domingo donde la sociedad civil no partidista de la clase media aspiracionista y de la élite político-intelectual que se tapan las narices cada vez que habla del PRI y del PAN tendrá que mostrarse debajo de las banderas de estos dos partidos que han sido repudiados en las urnas y que ni siquiera sumando votos cautivos alcanzan al llegar más allá del 25% de tendencia de votos.
Y queda la propuesta de catafixia de Alito como una evidencia de la ruptura del acuerdo de élites partidistas que cuando menos cohesionaba una propuesta conjunta entre los dos principales partidos de oposición y un PRD inexistente. Esta dirigencia del PRIANREDE se mostró desgarrada por desacuerdos internos y falta de entendimientos con la candidata presidencial opositora y así llegará al mitin del domingo.