Por Carlos Ramírez

La alianza opositora PRI-PAN-PRD tendrá que reconocer esta semana su más grave conflicto electoral: la ausencia de una propuesta integral alternativa, la inexistencia de un Gobierno de coalición y la centralización de sus actividades sólo en la confrontación de lo que representa la figura personal del presidente López Obrador.

La concentración pública de la llamada marea rosa el próximo domingo 19 de mayo mostrará por qué la alianza opositora sigue abajo en las encuestas: la candidatura de Xóchitl Gálvez Ruiz carece de una propuesta orgánica de alternancia y las figuras ciudadanas tendrán que aceptar que votarán por el PRI, el PAN o el PRD en la figura de candidatura opositora, pero en el entendido de que esa ciudadanía repudia a los tres partidos tradicionales porque representan el viejo régimen político.

La marea rosa tendrá que tomar una decisión estratégica: votar por el PRI, el PAN o el PRD en la figura de Xóchitl, pero tapándose las narices.

La justificación de que se votaría en la figura de Xóchitl Gálvez Ruiz por un Gobierno de coalición sigue en el aire porque no existe una propuesta programática y orgánica de lo que sería ese Gobierno de coalición, inclusive porque la propia candidata, que se precia de ser tecnócrata por haberse titulado con una tesis inconsistente en edificios inteligentes, se asumió como candidata de sí misma y no representa ningún proyecto de gobierno conjunto.

En una presentación en el Tec de Monterrey, Gálvez Ruiz demostró que no sabe nada del presunto Gobierno de coalición ni tampoco tiene alguna idea de cuál es la configuración de una conjunción programática de partidos. Para ella, sólo se trata de una distribución de posiciones y espacios de poder: “el PRI va al Senado, el PAN se queda (se supone que en el Ejecutivo) y el PRD se modifica”. Y para cerrar el círculo de su ignorancia estratégica resumió la propuesta de Gobierno de coalición –que empujó el priista Manlio Fabio Beltrones Rivera– en un reparto mezquino de poder: “a lo mejor no soy buenísima para el Tiktok, pero para lo que soy buenísima es para hacer equipos, integrada los mejores, para hacer la mejor selección mexicana de talentos”.

La marea rosa, impulsada por dos experredistas destripados, Guadalupe Acosta Naranjo y Carlos Navarrete Ruiz, tiene el grave problema de convencer a la sociedad que se hartó de los viejos partidos políticos y salió a la calle por sí misma a protestar por iniciativas presidenciales, pero en la soledad de la mampara donde tiene que depositar su voto en la urna, esa sociedad todavía no se explica a sí misma que votará por Xóchitl a través de los escudos desprestigiados del PRI, del PAN y del PRD descardenizado.

Rumbo a las elecciones, la marea rosa tendrá que resolver su principal contradicción: repudiar a los viejos partidos políticos con nuevas movilizaciones ciudadanas, pero sin que ninguno de esos viejos partidos políticos que impulsan y atan y condicionan la candidatura de Gálvez Ruiz haya mostrado alguna modernización pragmática, teórica, ideológica, estratégica moral o ética, pues las tres figuras dirigentes de los partidos –Alejandro Moreno Cárdenas Alito, Marko Cortés y el exguerrillero comunista Jesús Zambrano– representan los valores de los viejos modelos de partido como grupos oligárquicos, como agencia de colocaciones para amigos leales o como grupos cerrados que nunca se vincularon con la sociedad.

La ausencia de un modelo de Gobierno de coalición en el grupo PRIANREDE presenta grietas que de alguna manera estarían explicando la falta de consolidación de un proyecto realmente alternativo al de López Obrador-Morena-4T, pues la movilización de la marea rosa se ha dado en torno a una oposición social a propuestas específicas de reformas lopezobradoristas y no a la configuración de un nuevo modelo democrático que debió de haber partido del fracaso del proyecto democrático del PRI-PAN-PRD y se quedó en el vacío porque solo hay quejas personales contra decisiones y no un proyecto de reconfiguración del sistema/régimen/Estado/Constitución.

En esta falta de una propuesta concreta de proyecto alternativo por parte de la alianza –que no coalición real– PRI-PAN-PRD se puede encontrar la explicación de la escasez de votos suficientes en las encuestas, en tanto que buena parte de la propuesta social del lopezobradorismo se reproduce en el programa de Gálvez Ruiz, pero sin explicar a fondo que el modelo de centralismo presidencialista de López Obrador es producto de su política social.

Con todo y el simbolismo de la marea rosa, la alianza opositora carecerá de escenario electoral mientras no defina un proyecto verdaderamente alternativo de nación, ni explique con claridad la dimensión y alcances de un Gobierno de coalición, ni dé a conocer cómo se repartirá el poder entre los tres viejos partidos y la larga lista de alrededor de diez organizaciones de la derecha-ultraderecha que encontraron en la candidatura panista de Xóchitl el camino para disfrazar el viejo, rancio y desprestigiado proyecto conservador panista.

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