Por Carlos Ramírez

El mensaje que deja claro la reelección por hasta doce años del actual presidente Alejandro Moreno Cárdenas Alito está siendo leído en modo de pánico político: por las cifras electorales, por la pérdida de zonas de poder y por la falta de rumbo ideológico, el PRI nunca va a regresar a la presidencia de la república.

El PRI como partido nacido del seno del Gobierno y del Estado ha entrado en zonas de colapso cuando el presidente de la república cambió el modelo ideológico (Salinas de Gortari), se entregó a la oposición (Peña) o es de oposición (AMLO).

En este contexto, lo ocurrido en el PRI con el cambio de estatutos tiene un contexto estratégico: la crisis interna en el PAN por el fracaso de la alianza presidencial el pasado 2 de junio, la desaparición del PRD y el fracaso de los últimos perredistas al intentar fundar un partido con los despojos del PRD, de la marea rosa de clase media que votó por los partidos de la alianza tapándose las narices y la falta de autoridad social de figuras sociales individuales que han perdido al sumarse a los cartuchos quemados del PRI del PAN, y del PRD.

Si se analiza con sentido político lo ocurrido el fin de semana en el PRI, las conclusiones pudieran sorprender: Alito entendió que el PRI como está ya no tiene futuro, los grupos opositores internos no representan una reorganización viable porque representan corrientes inmorales de interés, los mandos priistas perdieron contacto con las bases y los sectores corporativos –obreros, campesinos, clases medias profesionales– dejaron de forjar el proyecto ideológico del partido.

Alito terminó de hundir al PRI: lo tomó en 2019 con un voto presidencial mínimo, la candidatura de José Antonio Meade Kuribreña no tenía pies ni cabeza, Peña Nieto pactó con el candidato López Obrador para salvar su alma hundida en la corrupción.

Como líder, Alito arruinó al PRI y lo mandó al sótano del poder, pero porque el partido ya no tenía ningún activo: dos gubernaturas y cada una con un tercio de poder, 9% de voto legislativo y voto presidencial en 2024 para el PRI de 5.7 millones de votos, apenas el 9.5% del total en la alianza con el PAN y el PRD.

Pero en estos años de Alito en la presidencia, los grupos priistas quedaron pasmados, con los dos últimos presidentes de la república priísta vivos ya exiliados en España, con cuadros desprestigiados y aliados políticos abandonados a su suerte. Si se analizan en frío esos años, Alito no hizo más que construir un liderazgo personal fuerte para salvar lo poco que queda del PRI, sin espacios de negociación con las figuras caciquiles del partido.

Frente al avance de López Obrador, el PRD lopezobradorista y Morena, el PRI perdió el rumbo: Roberto Madrazo Pintado lo tomó por asalto en 2005 para su candidatura presidencial que fracturó al partido, perdió en 2006 y pasó al olvido política, los viejos cuadros de profesionales hicieron esfuerzos inútiles y el gobernador mexiquense tuvo los fondos presupuestales del Estado de México para tomar el control del partido: impuso a Humberto coreara y esta salió destripado y colocó a siete presidentes del partido sin darles espacio de movilidad. En el 2018 Peña instaló al candidato presidencial más mediocre y los resultados fueron los esperados: López Obrador fue a la campaña como un día de campo, inclusive con el apoyo de críticos como Soledad Loaeza y Denise Dresser.

Alito rescata ahora lo poco que puede rescatar del partido, pero lleva en su interior el virus de su propia destrucción: repetir el error de Madrazo en 2005 de imponer en 2029 su propia candidatura presidencial, pero con una base de votos menor a la de 2018. El principal error de Alito el fin de semana fue reenfilar al PRI en el modelo contra el neoliberalismo salinista que delineó al PRI de 1983 a 2018, pero con la circunstancia a la vista de que Morena ya se apropió de ese discurso, por lo que el PRI pudiera aliarse en 2027 y 2030 más con Morena que con el PAN de la derecha económica clasemediera y el PRD en modo de grupo afiliado al liberalismo económico. Y en este escenario, el PRI sería el PARM de Morena como lo fue el PARM original del PRI en su ciclo 1958-1982.

El principal problema de Alito radica en lo obvio: el PRI necesita de dinero, mucho dinero, y sólo tiene dos gubernaturas con controles presupuestales y dos famélicas bancadas legislativas y las participaciones del INE apenas alcanzarían para financiar el estilo político personal de Alito.

En los hechos, Alito le dará los santos oleos al PRI,

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