Por: Carlos Ramírez

Sólo la desesperación por las tendencias en las encuestas y las consejas de radicales que pululan alrededor de su candidatura pueden explicar el punto de ruptura institucional de la candidata Xóchitl Gálvez Ruiz cuando acusó en el segundo debate a la candidata oficial

Claudia Sheinbaum Pardo de ser narcocandidata y a Morena de narcopartido.

La aspirante del PRIAREDE quedó marcada por usar guerra sucia para ganar atención electoral, aunque quedó etiquetada como mentirosa por acusaciones sin sustento.

La estrategia de vincular al narcotráfico con el gobierno actual –suponiendo una articulación orgánica probada– fracasó cuando el hashtag narcopresidente apenas duró horas como tendencia, pero no pudo aportar ningún elemento adicional. La ofensiva de Gálvez Ruiz tuvo su aliada en la periodista Anabel Hernández con acusaciones similares en su último libro, pero recordando que la autora fue demandada en 2012 por el exprocurador y exsecretario de Gobernación Jorge Carpizo MacGregor de haberlo acusado sin pruebas de haberse robado dinero de las recompensas.

La candidata Xóchitl Gálvez Ruiz está obligada a presentar pruebas contundentes de que Sheinbaum representa orgánicamente los intereses del narcotráfico o tendrá pocas horas para ofrecer una disculpa, porque corre el riesgo de que la acusen de abuso de discurso político y de mentirosa ante el INE y el Tribunal Electoral y ahí le pueden regatear –como debiera ser– la validez de su candidatura.

En medio del entusiasmo de seguidores radicales, sobre todo del medio intelectual que le dio la noción de Santa Xóchitl como la Santa Evita argentina, los espacios político-electorales de la candidata opositora a la presidencia entraron ya en la zona peligrosa del discurso de mafiosos, pero sin entender que la lógica electoral de sus bases sociales no partidistas que no quedaron muy convencidas de la radicalización en modo de confrontación polarizante que suele beneficiar al discurso presidencial. Habrá que revisar el rostro de odio y furia de Xóchitl al momento de decir, con actitudes gestuales de desprecio, que Claudia era narcocandidata y Morena un narcopartido.

Lo malo para la candidata opositora fue el adelantar vísperas: colocó y agotó el tema del narcotráfico en el debate que tenía que ver con economía, desarrollo y cambio climático y no se esperó al tercer debate del 19 de mayo que tratará el tema de seguridad y crimen organizado. Si Morena coloca en el debate el tropiezo de Xóchitl sobre la narcocandidatura, la opositora carecerá de una argumentación contundente contra su adversaria y la candidata oficial tendrá la posibilidad de presentar las cifras decrecientes de inseguridad en Ciudad de México.

El equipo de campaña de Morena puede arrinconar en estos días a la candidata opositora con el tema imprudente de narcocandidata y narcopartido, sobre todo porque la estrategia de Gálvez Ruiz acunada por la forma en que el panista-lopezobradorista-morenista-neopanista-galvista Germán Martínez Cáceres incorporó el libro de Anabel Hernández a la estrategia política de campaña de la candidata del PRIANREDE porque lo mostró en televisión como representante del bloque opositor en el posdebate del domingo.

Con audacia y sin ninguna estrategia política, la candidata opositora manoseó el tema del narcotráfico en la campaña presidencial y le dio veinte días al gobierno y a su candidata oficial para diluir y desarticular la potencialidad de escandalosa de los cárteles del narco y el crimen organizado para que pueda llegar al debate del 19 de mayo sólo como un tirititito, aunque dejó en el ambiente profesional del análisis la expectativa de que Xóchitl Gálvez Ruiz tiene la obligación política y moral de probar de manera contundente el perfil del narco en el actual gobierno federal.

El INE y el Tribunal Electoral de nueva cuenta han sido rebasados y atropellados por la falta de cumplimiento de reglas políticas en debates, discursos y campañas, con la circunstancia agravante de que la frivolidad con la que Gálvez Ruiz trató el tema del narcotráfico indicó una carencia de pensamiento estratégico, de sensibilidad en temas de seguridad nacional y de comprensión de los hilos sueltos de la inseguridad por la politización superficial y arbitraria de la seguridad como el tema de inquietud social número uno.

Si en dos semanas Gálvez Ruiz no presenta las pruebas contundentes de que Claudia Sheinbaum Pardo es narcocandidata y que Morena es un narcopartido, entonces la campaña opositora quedará marcada por la arbitrariedad de acusaciones muy serias que le restarían a su abanderada la calidad política y moral para aspirar a la presidencia de la República desde donde se tendrá que gestionar como prioridad número uno una estrategia contra el narcotráfico.

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