Por Daniel Valdez García

Pongo este artículo a su consideración en respuesta a las diversas críticas que han surgido en relación con las declaraciones del Papa Francisco. No busco defender imprecisiones existentes, sino aclarar el significado de lo que implica que el Papa hable “ex cátedra” y sea considerado infalible. Al mismo tiempo, es importante recordar que él también es un ser humano, un pecador que se confiesa y vive en la gracia de Dios, siendo un testigo de la misericordia divina.

  1. Conceptos y razones históricas

En los países que fueron colonizados por España, la herencia de la fe católica se manifiesta en un profundo amor hacia el Papa. Rodrigo de Borja, conocido como el Papa Alejandro VI, fue el tercer Papa español, nacido en Játiva, Valencia, el 1 de enero de 1431. Su pontificado duró de 1492 a 1503, lo que llevó a que los Reyes Católicos promovieran un amor especial hacia el Papa, acudiendo a él como árbitro en conflictos con Portugal.

La reina Isabel I de Castilla, conocida como “la Católica”, fue la mujer más poderosa de su tiempo en Europa y priorizó la contrarreforma de la Iglesia con el apoyo de su director espiritual, el cardenal Cisneros. De este legado español, los pueblos de habla hispana han heredado un cariño hacia la Iglesia y el Papa, lo que contribuye a cierta confusión sobre la infalibilidad papal, especialmente en América Latina, donde hay un conocimiento limitado al respecto.

Es importante distinguir entre los términos “infalible” e “impecable”:

  • Infalible significa que no puede cometer errores, mientras que impecable implica ser inmaculado o perfecto.

Recientemente, el Vaticano anunció que se está preparando un “comentario oficial” sobre la infalibilidad papal, en respuesta a las demandas de cristianos no católicos que buscan reconocer al sucesor de Pedro como una autoridad común. Este esfuerzo pretende aclarar la terminología utilizada, que a menudo resulta confusa. Y más para quienes no se preocupan de formarse y educarse en la fe, quedando a merced de la mera opinión.

  1. La infalibilidad del Papa

En particular, es relevante el Concilio Vaticano I. La infalibilidad papal, establecida como dogma en 1870, sostiene que el Papa es preservado de errores al proclamar enseñanzas dogmáticas en fe y moral bajo la forma de “definiciones pontificias” o declaraciones ex cátedra. Esto se considera una verdad de fe que no admite discusión dentro de la Iglesia católica y debe ser acatada incondicionalmente.

El dogma fue formalizado mediante la Constitución Pastor Aeternus en 1870, aunque el Vaticano ha mostrado interés en reformularlo para promover la unidad entre los cristianos. En junio de 2024, se planea publicar un documento que busque aclarar la terminología para evitar confusiones.

El 13 de junio del año en curso, el cardenal Kurt Koch, responsable del diálogo entre el Vaticano y las Iglesias cristianas, ha afirmado que la invocación de la infalibilidad no se refiere a una cualidad personal del Papa, sino a la infalibilidad de la Iglesia, dado que el Pontífice consulta a todos los obispos antes de proclamar un dogma.

  1. La impecabilidad del Papa

Simón Pedro, el primer Papa, al conocer a Jesús, expresó: “Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador” (Lc 5, 8). Pedro también negó a Jesús (Mt 26, 33) y fue confirmado en su amor para apacentar el rebaño del Señor tras la resurrección (Jn 21, 15-19).

En el Anuario Pontificio se enumeran 264 papas y 266 papados, ya que Benedicto IX ocupó el papado en tres ocasiones. De estos, 83 son reconocidos como Santos y 9 como Beatos, incluidos los primeros 41 Papas. Entre los 32 primeros papas, que gobernaron durante las persecuciones romanas (que concluyeron oficialmente en 313), 28 fueron mártires.

Todos los sacerdotes, incluidos obispos y papas, suelen confesarse con otro sacerdote. Comparto un relato: un sacerdote estadounidense en Roma se encontró con un compañero de seminario que mendigaba. Este sacerdote había sido invitado a una misa privada del Papa y, al final, pidió oraciones por su amigo. Al día siguiente, recibió una invitación del Papa Juan Pablo II para cenar con ambos. Durante la cena, el Papa escuchó la confesión del mendigo, quien, emocionado, recibió la absolución y un nuevo rol en la atención a los necesitados en su parroquia.

Esta es una innegable muestra de la misericordia divina, evidenciando que un Papa, lejos de ser impecable, actúa como un instrumento de la misericordia de Dios.

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