Por Daniel Valdez García

INTRODUCCIÓN

En un mundo desgarrado por la guerra y la violencia, donde los ecos de los conflictos resuenan en cada rincón, el clamor por la paz se vuelve un grito casi desesperado. La ONU, en un esfuerzo monumental y esperanzador, adoptó en 2015 los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una luz en el túnel de la barbarie. El ODS 16 llama a construir sociedades pacíficas, justas y inclusivas, pero nos enfrentamos a una dura realidad: la paz permanece esquiva, asediada por la producción y venta de armas. Sin embargo, este desafío también nos ofrece una oportunidad dorada para unirnos en solidaridad en busca de un nuevo amanecer, donde la paz y la seguridad sean patrimonio de cada ser humano.

  1. LA PAZ AUTOREFERENCIADA

Imagina un mundo donde la paz comienza en lo más hondo de cada persona. La frase ‘la caridad comienza por uno mismo’ se puede traducir a ‘la paz comienza por uno mismo’. Cada uno de nosotros es un ladrillo vital en la edificación de la paz global. ¿Qué pasaría si descubriéramos que nuestro bienestar interno puede ser la chispa que encienda el cambio? Figuras como Nelson Mandela, Martin Luther King y Malala Yousafzai no solo encontraron su paz interna, sino que la irradiaron, inspirando a generaciones enteras a luchar por un futuro diferente. Su legado nos muestra que cuando un individuo elige vivir en armonía, se convierte en un faro de luz que puede guiar a otros hacia la reconciliación y la esperanza [1].

  1. LA PAZ ES ASUNTO DE TODOS

Imagínate en un mundo donde la paz no es un lujo reservado para unos pocos, sino un derecho inalienable para todos. La lucha por la paz requiere un esfuerzo colectivo; solo a través de alianzas podemos romper las cadenas del conflicto. Los tratados de paz, esos momentos sagrados donde las partes en guerra se sientan juntas, son una prueba viviente de que la reconciliación es posible. Pensemos en la Alianza Mundial por el Derecho Humano a la Paz, que busca codificar este principio elemental en la conciencia global. Cuando unimos nuestras voces y acciones, creamos una sinfonía de cambio, donde cada nota cuenta y la armonía se convierte en un canto poderoso que clama por un futuro mejor [2].

CONCLUSIÓN

Educar para la paz o promover la cultura de paz requiere de fomentar la paz en la sociedad, entre otras cosas.

La paz no es un sueño distante; es una necesidad apremiante que debemos cultivar con cada acción y palabra. No es simplemente un cese del fuego, sino un estado vibrante y dinámico donde la justicia reina y la dignidad de cada ser humano es reconocida y celebrada. Jesucristo nos advierte que su paz es diferente de la que ofrece el mundo. Es tiempo de que respondamos al llamado, de que seamos los arquitectos de un nuevo mañana. La paz comienza contigo, comienza conmigo, y su construcción es una labor diaria. Extendamos nuestras manos y nuestros corazones, porque juntos podemos transformar nuestro entorno en un hogar para todos. Actuemos ahora, porque el mundo no puede esperar más.

Y por si fuera poco, Jesucristo, dice claramente que él da la paz como no la da el mundo.

Gracias por tomarse la molestia de leer esta reflexión.


Referencias

[1] MUÑOZ, Francisco A. (2001). “La Paz imperfecta”, Cordoba.
[2] MAYOR ZARAGOZA, Federico (2021). “La nueva página de la cultura de paz”, UNESCO

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