Por Daniel Valdez García
INTRODUCCIÓN
A lo largo de la historia, hemos observado que la división social de clases genera estigmas y resentimientos que obstaculizan las relaciones de amistad, el amor a la patria y un auténtico vínculo con Dios. El resentimiento social y la envidia están interconectados; aquellos que viven en condiciones de pobreza pueden sentir envidia y codicia hacia quienes poseen más recursos. Esto se manifiesta en diversos contextos, como en las escuelas o a través de estereotipos étnicos, y la era digital ha intensificado estos sentimientos.
Este resentimiento genera divisiones profundas entre grupos, debilitando la cohesión social y las colaboraciones necesarias para el desarrollo. La estigmatización de ciertos grupos dificulta la creación de relaciones interpersonales saludables, promoviendo interacciones superficiales o incluso hostiles en lugar de amistades genuinas.
El resentimiento social [1] puede manifestarse en actitudes de búsqueda de culpables, descalificación de opositores y etiquetado de ciertos individuos o grupos como “conservadores” o “traidores”. En debates sobre políticas públicas, es común que quienes proponen soluciones diferentes sean tachados de “ignorantes” o “insensibles”, lo cual se observa en discusiones sobre temas controvertidos como la inmigración o el bienestar social.
- EL RESENTIMIENTO SOCIAL
El resentimiento social es un sentimiento de hostilidad o descontento que surge entre distintos grupos en una sociedad debido a desigualdades económicas, injusticias, discriminación o falta de oportunidades. Es esencial abordar este tema, ya que representa tanto la raíz del conflicto como una oportunidad de cambio. Este resentimiento puede crear desconfianza y llevar a la formación de “burbujas” sociales que excluyen a personas con diferentes antecedentes, creencias o experiencias.
En comunidades afectadas por la opresión, como ciertos grupos minoritarios en conflictos, el resentimiento hacia instituciones religiosas que no defienden la justicia social puede alejar a las personas de la práctica religiosa. Además, el resentimiento puede resultar en polarización y tensiones que afectan la salud emocional de las personas y de las comunidades.
La perpetuación de este resentimiento puede conducir a ciclos de violencia y desconfianza, erosionando la amistad social. Para sanar estas heridas históricas, es crucial promover el diálogo y la empatía. La educación y las políticas gubernamentales enfocadas en la equidad y la inclusión son vitales para integrar a todos los grupos en la sociedad.
- SOCIEDADES CON RESENTIMIENTO
El resentimiento social puede desviar la capacidad de amar y mostrar compasión, valores fundamentales en muchas enseñanzas religiosas. Las divisiones y el odio pueden ocultar principios de unidad y amor hacia el prójimo, generando frustración y desesperanza que dificultan una conexión auténtica con la espiritualidad y el amor a Dios.
El amor a la patria, que radica en un sentido de pertenencia y orgullo nacional, se ve obstaculizado por el resentimiento social. En sociedades con tensiones raciales, como algunas en Estados Unidos, estas divisiones pueden resultar en protestas y disturbios, debilitando los esfuerzos para abordar problemas comunes como la pobreza o la educación.
En países que enfrentan tensiones sociales significativas, como Siria antes del conflicto, el resentimiento agrava la crisis económica y socava la unidad nacional. La falta de justicia y equidad compromete el amor a la patria.
En México, el crecimiento del crimen organizado es atribuido a los gobiernos en turno, y el cambio climático ha generado discrepancias entre activistas y decisiones gubernamentales. Esto se refleja en el actual movimiento feminista, el ámbito electoral y la vida eclesial, creando un ambiente tóxico [2].
Tal situación genera división, polarización, desconfianza en las instituciones, inhibición de la participación cívica y efectos negativos en la salud mental y el bienestar colectivo. Grupos objetivamente discriminados pueden perder la confianza en el gobierno y el sistema legal, complicando la implementación de políticas efectivas para el desarrollo.
Nada de eso es ajeno a los niños, ni a los jóvenes, se percatan más de lo que podemos imaginar; y eso es importante porque nuestra área de oportunidad de ofrecerles un mundo mejor mejor. Los niños y los jóvenes tienen el derecho de qué todos trabajemos en pro del presente y asegurarles un futuro más justo y una sociedad y una Iglesia más incluyente empática, se trata de una auténtica, perspectiva de esperanza y visión de futuro [3].
- CONCLUSIONES
El resentimiento social es un obstáculo considerable para el desarrollo integral, ya que erosiona la confianza, aumenta la división y limita la participación. Es esencial adoptar una visión más positiva y superar los prejuicios; no hay mexicanos ni católicos de segunda clase, y una mayor justicia y equidad son imprescindibles para fomentar un desarrollo sostenible.
El resentimiento social representa un reto, pero también una oportunidad para construir una convivencia más armoniosa a través de la comprensión y el compromiso. Asimismo, debemos clarificar el plan divino de salvación para todos.
La Iglesia católica en México, como institución influyente, ha mostrado una postura proactiva ante el resentimiento social. Ha incentivado diálogos, llamado a la comunidad a unirse en soluciones pacíficas y promovido la cultura de la paz. Aunque las enseñanzas sobre temas controvertidos han dejado heridas, su esfuerzo por abordar estos asuntos con sensibilidad y apertura es notable, reafirmando su compromiso con la vida.
[1] Gibu Shimabukuro, Ricardo (2016). “Sobre el resentimiento y el perdón”,
Revista de filosofía open insight, insight vol.7 no.12 Querétaro jul./dic. versión On-line ISSN 2395-8936versión impresa ISSN 2007-2406
[2] Piqueras Rodríguez, et al (2009). “Emociones negativas y su impacto en la salud mental y física”. Suma Psicológica, vol. 16, núm. 2, diciembre, 2009, pp. 85-112
Fundación Universitaria Konrad Lorenz
Bogotá, Colombia. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=134213131007
[3] Quiroga Romero, Ernesto (2001). “El resentimiento social y transforno de la personalidad”. Universidad de Almería, España. Revista Psicología Conductual, Vol. 9, No 3, 2001, pp. 489-512.