Por Carlos Ramírez

Si la lucha político-electoral de los intelectuales del desplegado de redilas se reduce, a decir del escritor salinista Héctor Aguilar Camín, a que regresen los beneficios presupuestales y los apapachos del Estado para la comunidad cultural marginada por el lopezobradorismo, entonces está claro que los miembros de las mafias de los eruditos están clamando por el regreso de la dictadura perfecta que caracterizó el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa en agosto de 1990.

La identificación de la política cultural del Estado priista –y luego panista– como una dictadura e ideal en la que cabían y subsidiaban inclusive a los disidentes provocó el enojo de Octavio Paz en aquella reunión internacional que analizó de manera crítica el desmoronamiento de las dictaduras comunistas del bloque soviético donde los escritores disidentes eran reprimidos, torturados y enviados a Siberia, mientras, dijo, con sentido del humor, Vargas Llosa, en México el propio Estado criticado le estaba empleo, salarios y bienestar.

Las palabras textuales de Vargas Llosa casan perfectamente con los apapachos y presupuestos que López Obrador les quitó a los intelectuales y éstos, en venganza, se pasaron a la oposición militante. Vargas Llosa, como gran escritor, explicó con precisión cómo funcionaba el régimen priista con apapachos y presupuestos para los intelectuales:

“México es la dictadura perfecta, la dictadura perfecta, no es el comunismo, no es la Unión Soviética, no es Fidel Castro, es México”.

Porque es la dictadura camuflada de tal modo que puede parecer, no se de una dictadura, pero tiene de hecho, si uno escarba todas las características de la dictadura, la permanencia, no de un hombre pero si de un partido. Un partido que es inamovible, un partido que concede suficiente espacio para la crítica en la medida que esa crítica le sirve, porque confirma que es un partido democrático, pero que suprime por todos los medios incluso los peores, aquella crítica que de alguna manera pone en peligro su permanencia, una dictadura que además ha creado, una retórica que lo justifique, una retórica de izquierda para la cual a lo largo de su historia reclutó muy eficientemente a los intelectuales, a la inteligencia.

Yo no creo que haya en América Latin, ningún caso de sistema de dictadura, que haya reclutado tan eficientemente al medio intelectual, sobornándolo de una manera muy sutil a través de trabajos, a través de nombramientos, a través de cargos públicos, sin exigirles una adulación sistemática como hacen los dictadores vulgares, por el contrario pidiéndoles más bien una actitud crítica. Porque esa era la mejor manera de garantizar la permanencia de ese partido en el poder. Un partido de hecho único, porque era el partido que financiaba a los partidos opositores.

“Esa dictadura, es una dictadura, es decir, puede tener otro nombre, una dictadura sui generis, muy especial, muy diferente, pero tanto es una dictadura. Que todas las dictaduras latinoamericanas desde que yo tengo uso de razón, han tratado de crear algo equivalente al PRI, en sus propios países. En el Perú el dictador Velasco trató con todo su equipo de intelectuales reclutados de formar una especie de PRI peruano y no funcionó.”

El razonamiento de Vargas Llosa había sido percibido con claridad por el escritor inglés Aldous Huxley en 1932 en su novela El mundo feliz y creaba con ironía lo que después fue desarrollado con amargura por George Orwell en 1984: la dictadura política de unos pocos sobre toda la sociedad. Huxley, en la introducción de su novela, dibujó la dictadura perfecta:

“Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada en los actuales estados totalitarios a los Ministerios de Propaganda, los directores de los periódicos y los maestros de escuela.”

Si bien se entiende la declaración clamando el regreso de los apapachos que hizo Aguilar Camín y la militancia a favor de la candidata del bloque centro-derecha/ultraderecha del desplegado de redilas de más de 270 miembros de la comunidad cultural y exfuncionarios del PRI y del PAN, la candidata del bloque PRIANREDE-derecha, Xóchitl Gálvez Ruiz, representaría la oportunidad de los intelectuales para regresar a los tiempos de la dictadura perfecta en donde el Estado neutralizaba con apapachos y empleos y subsidios y no necesitaba represiones ni exilios siberianos.

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