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Xóchitl no es Cárdenas ni AMLO y no es alternativa

Por Carlos Ramírez
 
La corta vida del modelo de las alternancias partidistas en la presidencia de la República ofrece algunos elementos analíticos para entender las posibilidades y sobre todo las limitaciones de la viabilidad de la candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz en la construcción de una oposición sin liderazgo.

La crisis del 68 representó el fin del viejo régimen priista y su liderazgo social-electoral, pero la oposición no pudo construir una propuesta alternativa viable sino hasta que en el 2000 se alinearon los elementos de una crisis de régimen porque el presidente saliente Ernesto Zedillo abandonó al PRI porque no había podido poner un candidato propio, el PRI populista se le rebeló y Francisco Labastida Ochoa careció del liderazgo político.

Inclusive, la figura dominante de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en 1988 no pudo romper el dominio electoral-social del PRI y la oposición desorganizada en un frente democrático de movimientos, pero no de estructuras de poder careció de fuerza, instrumentos y viabilidades para contener el fraude electoral de Miguel de la Madrid-Carlos Salinas de Gortari operado por el secretario de Gobernación, Manuel Bartlett Díaz.

En el 2000, Fox pudo construir un bloque político no panista que atropelló a un PRI en proceso de descomposición. Pero en el 2012, el bloque Fox-Calderón no tuvo un PAN consolidado y se encontró con la figura mediocre de Josefina Vázquez Mota, quien no tenía ni la más remota idea del enfoque estratégico de seguridad política del Estado que representaba la candidatura de continuidad del panismo en Los Pinos; en 2006 y 2012, la figura de Andrés Manuel López Obrador emergió con un liderazgo social indiscutible, pero aun así pudo construirse un acuerdo PAN-PRI para llevar a la figura mediática de Enrique Peña Nieto a la presidencia.

En el 2018, el bloque PRI-PAN careció de un proyecto estratégico y el “chico maravilla” panista Ricardo Anaya Cortés se autoinventó un liderazgo inexistente, pero López Obrador y Morena habían irrumpido en el escenario político-electoral desfondando al PRD desprestigiado de los Chuchos y pudieron construir un bloque político estratégico populista que convenció al voto flotante y cambiante para la victoria del 2018. Ahí, en la construcción de una figura de consenso de la disidencia, el tabasqueño fincó su proyecto ganador.

Cárdenas tuvo el liderazgo político nacional, pero no estructura, a Fox le construyeron una candidatura con la pedacearía de los viejos grupos sistémicos que no respetaron la figura de Labastida, Calderón concitó el voto de pánico por el supuesto peligro político que representaba López Obrador y Peña fue la última oportunidad de la vieja alianza de clases conservadoras que veían con pánico el populismo lopezobradorista.

Xóchitl Gálvez Ruiz carece de la autoridad política que tuvo Cárdenas, no va más allá de la figura rezongona de frases rancheras de Fox, no puede repetir la circunstancia política del 2006 frente a López Obrador, desde luego que no tiene el carisma de Peña Nieto y sin duda que tampoco representa ninguna figura de liderazgo social como López Obrador.

Las alternancias del 2000, 2012 y 2018 se construyeron alrededor de candidatos con fortaleza política, compartiendo desprestigios, pero cohesionados y en función del modelo de coaliciones dominantes. La candidatura de Gálvez Ruiz es personal, responde a los intereses exclusivamente panistas, está controlada por grupos del espectro derecha-ultraderecha, no ha convencido a la sociedad no partidista que tiene que votar por ella cruzando en la boleta los escudos del PRI, del PAN y del PRD y el bloque opositor escasea de sólidos acuerdos de redistribución ordenada y precisa del poder político.

Lo que ha beneficiado a la candidata Xóchitl son los desprendimientos del bloque político de Morena-2018, pero sólo en figuras que se arrepintieron de su falta de sensibilidad política porque votaron por López Obrador y en grupos sociales conservadores que repudian la base social populista del proyecto transexenal de Morena. Sin embargo, el bloque central de Morena sigue manteniendo su dominio y cohesión interna, sin rupturas en la élite y sin desprendimientos en las estructuras y muy vivo el liderazgo social del propio López Obrador.

Gálvez Ruiz no supo construir un espacio político de liderazgo en el subsector del centro-progresismo de la geometría política, porque inclusive liderazgos intelectuales de discurso democrático mostraron su verdadero rostro conservador. El centro-progresismo está en el bloque de la 4-T y son los votos que le hicieron falta a Xóchitl para construir un bloque alternativo a Morena.

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