Por Carlos Ramírez
El papel del instituto de investigaciones jurídicas de la UNAM como bloque de pensamiento del derecho mexicano ha sido el de convertirse en el guardián del Santo Grial del Estado priista: la Constitución parchada con más de 700 reformas que le quitaron ya no sólo su sentido original, sino su razón de ser como consenso del proyecto nacional de desarrollo que definió la Revolución Mexicana, luego tergiversó el neoliberalismo salinista y ahora regresa al sentido social-popular.
Nadie en su sano juicio ha esperado del IIJ de la UNAM ninguna sensatez académica, educativa o democrática. El pensamiento jurídico de esa institución fue fundado por los políticos priistas que salieron del área de derecho de la UNAM y pasaron a las instancias de decisión del Gobierno del Estado, un modelo que se puede resumir de manera simbólica en un alemanismo jurídico –bienestar, no democracia–, en referencia a el ciclo de los abogados-políticos en el Estado a partir de 1946 y hasta 1983 en que fueron relevados por los tecnócratas-economistas del salinismo neoliberal.
Los tres pilares de las ciencias del poder –economía, derecho y ciencias políticas–se configuraron en la UNAM para capacitar los recursos humanos del Estado priista, pero sólo hasta 1968 en que los estudiantes universitarios de la UNAM se percataron de que estaban siendo educados para el desempleo y que la Universidad Nacional en 1983, justamente en esas tres especialidades, fue sustituida como aportadora de recursos humanos al Estado priista por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, el ITAM, y en el espacio de los abogados la UNAM tuvo que cohabitar muy sumisa sobre todo con la Escuela Libre de Derecho de perfil ideológico panista.
Si se revisa toda la producción académica para buscar las raíces del pensamiento jurídico de la UNAM y del Instituto de Jurídicas se percibirá el dominio intelectual de un derecho funcional al orden jurídico del PRI, aún en aquellas etapas en que abogados que litigaron contra el Estado de todos modos se ajustaron a los términos ideológicos de usar a la UNAM como instancia cinceladora de recursos humanos del Estado priista.
La verdad no se requiere mucha paciencia para tener alguna conclusión sobre el libro-documento Análisis técnico de las 20 iniciativas de reformas constitucionales y legales presentadas por el presidente de la República (febrero 5, 2024), sobre todo porque tres de sus coordinadores han tenido vinculaciones orgánicas al PRI: Diego Valadés ha sido funcionario en las dos procuradurías priistas y Pedro Salazar y Sergio López Ayllón caben perfectamente en el espacio ideológico del derecho del Estado priista y J. Jesús Orozco Henríquez, como director del instituto, ha tenido un escalamiento burocrático dentro de la Universidad.
El formato de los 20 capítulos, uno por cada una de las reformas presentadas por el presidente López Obrador, no cumple con los requisitos de un análisis académico, porque todos están construidos de tal manera que destacan y enfatizan el aspecto negativo de las reformas, excluyen de manera ostentosa un contexto político-jurídico y desde luego se localizan en la lógica neoliberal de un Estado que no debe tener ya ninguna capacidad de señalamiento de directrices en materias que tienen que ver con su funcionamiento.
En este contexto, el documento de trabajo en forma de libro digital –no se prevé pronto versión impresa porque consta de 551 páginas de textos más muchas otras de bibliografía general– debió de haber salido en el escenario político-electoral de las elecciones presidenciales como apoyo académico a la candidatura opositora de Xóchitl Gálvez Ruiz, el PRIANREDE y las organizaciones sociales y empresariales de la derecha política e ideológica, casi en forma simultánea con aquel desplegado de redilas que firmaron 270 intelectuales para pedir el voto a favor de la candidata opositora cruzando las boletas del PRI, del PAN o del PRD.
La UNAM, siendo justos y en contra del criterio presidencial, no se ha derechizado; en realidad, ha sido una estructura, institución y configuración del pensamiento educativo a favor de las diferentes coyunturas político-ideológicas que han gobernado el país: revolucionaria con el cardenismo, proempresarial con el alemanismo, priista en la época de oro del PRI, populista en los tiempos de Echeverría y López Portillo y luego tuvo una larguísima noche neoliberal durante el salinismo y el postsalinismo, guardando hipócrita silencio cuando ese liberalismo sustituyó con cuadros del ITAM al área económica y política gubernamental.
Derecho, economía y ciencias políticas son el último refugio educativo del viejo PRI-UNAM.